Empezamos con la Masa madre:
1 Recipiente de cristal como los de la mermelada.
1 dedo de agua
1 dedo de harina integral, este tipo de harinas tendrán más microorganismos y estarán más vivas que las harinas de trigo, pero, el proceso con las harinas blancas dura más.
1 dedo de agua, con una temperatura de unos 35º C para acelerar el proceso.
Con el resultado haremos una papilla pastosa, el agua tibia empezará a despertar a las bacterias. Reserva durante 24 horas, lo ideal es que se guarde a una temperatura de unos 30ºC. Pasadas 24 horas vuelve a repetir la misma operación con la misma cantidad de agua y la misma de harina, retirando previamente la basura. Déjalo reposar otras 24h.
Al ter día, empezarás a ver que hay una actividad, burbujas, un pequeño aumento de volumen…
A partir de aquí, repite la misma operación cada 12 horas, en cuatro días verás que hay una actividad importante pero es mejor esperar una semana a que la actividad está a tope, las bacterias se hayan asentado y podamos trabajar la masa.
Cuando haya pasado el tiempo indicado anteriormente y veas que al alimentar, es decir al añadir agua y harina a nuestra masa madre, en poquitas horas 3/4 horas habrá su volumen, tendrá burbujitas y una textura como de mousse, entonces, ya tendrás tu masa madre preparada, y podrás utilizarla para hacer pan.
Posteriormente, haz la prueba de la flotabilidad, consiste en poner una cucharada de la masa madre en un vaso con agua y si flota, significa que la masa ya está preparada.
*Una vez fermentada la masa madre, puedes conservarla en nevera sin necesidad de alimentarla hasta que vuelvas a hacer pan al cabo de unos días.
*Hacer un refresco, es decir añadir agua y harina, es para que la masa esté en su punto joven de fermentación y a partir de aquí, déjala reposar unas 3 horas.